Ínsula en península. Arte y diáspora cubana en España: los ajustes sin ley.
25, 26, 27, 28 de noviembre, 2024
A las 18:30h
¿Se puede hablar de una diáspora artística cubana en España?
¿Cómo se representa Madrid desde la perspectiva de estos artistas?
¿Es posible trazar una cronología del impacto de estas voces en la escena del arte contemporáneo en España?
"Ínsula en península” es un programa público en el que convergen formatos como conferencias y debates sobre la experiencia de artistas cubanos que se han asentado en Madrid.
Aunque el exilio ha marcado la vida cubana en toda su historia, y con mayor énfasis a partir de 1959, aquí es atendida la diáspora como un fenómeno que se expande y multiplica a partir del final de la Guerra Fría, principios de los años noventa del siglo pasado. Así pues, “Ínsula en Península” rastrea y confronta tres momentos de este fenómeno que rebasa lo meramente artístico y alcanza magnitudes que van de lo social hasta lo político pasando por todas las formas de implicación en la sociedad española, sin olvidar los puntos de conexión o tensión con la situación política en Cuba.
La idea es que artistas, críticas o curators de estos tres momentos de la diáspora expongan sus marcas de identidad y diferencia: entre sí, y también con respecto al medio español con el que interactúan. Al mismo tiempo, el programa se propone como un campo abierto en el cada artista tenga la posibilidad de emplazar su obra y su discurso al margen de marcos o juicios previos -prejuicios-. Este proyecto da por sentado que, junto a muchas líneas comunes, cada diáspora manifiesta un conjunto de singularidades que no pueden apresarse fácilmente ni ventilarse a base de estereotipos.
“Ínsula en Península” es, pues, un muestrario de esta diáspora artística cubana. Pero, sobre todo, una cartografía de su impacto: el GPS de un movimiento obligado a arrastrar una vieja mochila y, al mismo tiempo, llenar una nueva capaz de conmocionar, tanto al país de origen como al de llegada.
Arte y diáspora son dos términos amalgamados en la historia reciente de la cultura cubana. A tal punto de que es posible localizar en un mismo año (1991) el pistoletazo de salida para la expansión de este concepto en el vocabulario, la psicología social y el ecosistema de esa nación. Puede afirmarse, además, que el arte fue la primera plataforma de lanzamiento de esa diáspora.
A tales efectos, es preciso retomar ese 1991. Fue ese año en el que dos centenares de creadores fueron “movidos” hacia México, como parte de una política represiva estatal encaminada a cerrar la conflictiva década de los ochenta en el arte cubano. Allí tuvo lugar la exposición 15 artistas cubanos, en noviembre de ese mismo 1991, que reunió por primera vez a artistas formados en las escuelas de arte de la Revolución con artistas del exilio histórico, como Félix González-Torres, César Trasobares o Luis Cruz Azaceta.
A partir de ese hito, proyectos diversos, tanto colectivos -La isla posible, Cuba Siglo XX. Modernidad y Sincretismo, en Barcelona o Canarias-, así como individuales -las retrospectivas de González-Torres o Ana Mendieta impulsadas por el Centro Gallego de Arte Contemporáneo- afianzaron la idea de que el arte cubano se había expandido física y geográficamente, y que las dos plazas que capitanearon el conflicto cubano en la era bipolar -La Habana y Miami- habían cedido protagonismo en favor de espacios latinoamericanos y europeos en los que los conceptos de Nación y Exilio se vieron sacudidos de una manera radical.
Esa pérdida de centro no solo respondió a un sentido cartográfico, sino también mental. No derivaba exclusivamente de un aspecto institucional, sino, además, vital. No fue únicamente un asunto de la estética, sino directamente de la política.
La diáspora marcó a fuego la idea de que la democracia se podía construir como un espacio errante y efímero desde la cultura, sin necesidad de esperar por un Estado que, alguna vez, se dignara a propiciarla. Desde entonces, en España no han cesado de suceder proyectos, exposiciones, editoriales, publicaciones, que dan cuenta de la diversidad, contradicción y comunión propias de un movimiento habitando momentos distintos entre lo que se ha dado en llamar Revolución cubana y lo que definimos como democracia española.
Con antecedentes en la Guerra Civil -Cuba fue el país que más aportó combatientes al bando republicano-, la música popular de los años 50-60 -recordar a Machín-, revistas como Encuentro o Hispano Cubana, editoriales como Verbum y Colibrí, festivales como el de Son y Flamenco en Sevilla, su acogida en instituciones como Centro de Cultura Contemporánea o Centro Santa Mónica (ambos de Barcelona), Casa de América de Madrid, Centro Gallego de Arte Contemporáneo, Fundación La Caixa de Mallorca, las descargas de Habana Abierta en el Café Berlín, las series de televisión -desde Aquí no hay quien viva hasta el Cor de la ciutat, pasando por Casi perfectos y La que se avecina-, así como la cantidad de espacios de ocio nocturno que recuerdan a la isla en la península, la diáspora actual es un fenómeno identificable que requiere de un proyecto mucho más ambicioso que este modesto programa.
Cuba es, por otra parte, un asunto doméstico en las deliberaciones españolas. Broncas en el Congreso y familias mixtas. Intensidad turística e intercambio cultural. Mitologías ideológicas y búsqueda del paraíso sexual. Todo esto avitualla una crónica sentimental hispanocubana, cuyo presente no puede disimular, todo hay que decirlo, las profundas o superficiales raíces coloniales que la animan. Un “spanishplaining” en el que percute todavía el viejo consuelo español que proclamaba, ante una desgracia, aquello de que “más se perdió en Cuba”.
La crónica de la diáspora artística de Cuba en España dista mucho de estar terminada. Ojalá persista cuando cubanos y españoles puedan sentarse frente a frente sin las rémoras coloniales, sin la exclusividad simbólica de la Revolución, sin la frívola posibilidad abierta por el turismo. No porque lo profundo o lo secreto, lo frívolo y lo escandaloso, lo orgiástico y lo utópico sean malos per se. Sino porque todo eso siempre es mejor si ocurre entre iguales.
BIOGRAFÍAS
Lunes 25 noviembre 2024: Iván de la Nuez
Martes 26 noviembre 2024: Gerardo Mosquera
Miércoles 27 noviembre 2024: Suset Sánchez Sánchez
Jueves 28 noviembre 2024: Yanelys Núñez Leyva, Julio Llópiz-Casal
Julio Llópiz-Casal (La Habana, 1984) es un artista visual y diseñador gráfico que trabaja combinando el legado visual del conceptualismo con textos y escritura. Le interesa fundamentalmente la exploración en torno a las ideas de Memoria y Archivo. Ha participado en exhibiciones colectivas como: “La Parte maldita” / Embajada de Noruega, La Habana (2013); “Landlord Colors: On Art, Economy, and Materiality” / Cranbrook Art Museum, Detroit (2019); “Obsession” / ENTRE Galerie, Viena (2021); “ALIBI”, proyecto exhibido en: On the New. Viennese Scenes and Beyond / Belvedere 21 Museum of Contemporary Art, Viena (2023). Entre sus proyectos personales se encuentran “El loco listo y el cuerdo a la espera” / CRISTO SALVADOR GALERÍA, La Habana (2012) y “Normalmente”, en colaboración con el pintor cubano Richard Somonte / Madrid (2023).