Rostros del mundo rural propone una serie de retratos al público de Nilak, un teatro itinerante por diferentes pueblos de Cataluña que plantea un modelo que acerca las artes escénicas contemporáneas al territorio y pone en valor los espacios ya existentes. Montando un pequeño estudio fotográfico al lado de la carpa de Nilak, Anna Bosch dirige la cámara hacia los rostros de los asistentes expectantes y anhelosos de arte y cultura de las zonas más rurales del territorio.
«Berenice Abbott (1898-1991) decía que en la fotografía documental el sujeto controla en gran medida la fotografía, refiriéndose a la relación entre fotógrafo y objeto como una transferencia parcial de responsabilidad. Esta conexión sería aún más evidente en un retrato, dónde el modelo tomaría un papel activo en la realización de la fotografía. August Sander (1876-1964) se podía pasar horas junto a su modelo antes de hacer un total de dos o tres fotografías, ya que para él era el otro quien, probablemente de forma inconsciente, creaba la imagen. El fotógrafo tiene el dominio visual para decidir un buen encuadre, el fondo o la iluminación, pero es quien está delante de la cámara, frontalmente, tal y como si mirara en el espejo, quien más se conoce a sí mismo en esta posición. Las sesiones eran, pues, tan largas porque el autor esperaba el tiempo necesario para que el modelo se sintiera lo más cómodo y confiado posible antes de quedar inmortalizado en la imagen.
En Menschen des 20. Jahrhunderts (Gente del s.XX) Sander retrata de forma casi archivística a centenares de personas en su Alemania natal entre los años 1910 y 1950. El conjunto heterogéneo que conforma este célebre proyecto realizado durante uno de los períodos más inestables y convulsos de la Europa contemporánea, acompaña también un proceso de transformación en la búsqueda de la naturaleza y la espontaneidad característica de la fotografía documental de la época y el reconocimiento de que el retrato posado pone en valor el papel de quien, consciente de que lo están enfocando, se prepara y actúa, se implica y toma parte.
Gente del s.XX, de Sander, sigue siendo un claro referente para los que suman fotografía, proyecto y retrato y es, posiblemente, lo primero que se me pasó por la cabeza cuando, desde la Fundación Amigos del Reina Sofía, me sugirieron hacer un proyecto que tuviera relación con el lugar donde vivo. Fotografiar el mundo rural también me hizo pensar enseguida en In the American West de Richard Avedon (1923-2004) y, teniendo en cuenta la manera como formalicé las fotografías del proyecto, la influencia es -seguramente- aún más evidente. El uso de un fondo blanco impoluto es como una etiqueta para los que conocemos la obra del fotógrafo, que colocó entre el mencionado fondo blanco y su cámara de 8x10” a centenares de personas que iban desde el presidente de los Estados Unidos a las personas más marginadas de la sociedad estadounidense.
Avedon recibe un encargo del Museo Amon Carter de Fort Worth, Texas, y es entonces cuando decide retratar a aquellas personas que permanecen en la sombra, captar la luz de los cuerpos de aquellos que se quedan en los márgenes de la misma forma que se acerca a ricos y famosos. Para Avedon, que ya entonces era un reconocido fotógrafo de moda, el contexto cambia, pero no su manera de mirar y presentar a quien tiene delante. La frontalidad es la misma que vemos en Sander, aunque la relación entre retratado y retratista pasa por un juego de dominación y de poder que no vemos en las fotografías del alemán. Se observa una realidad extrema y cruda en unas fotografías que resuenan a las de cariz policial; en ellas, el retratado gana una presencia y el artista un posicionamiento, también en la fotografía social. Avedon traslada al oeste americano la técnica que domina, y decide mantener el control y su postura delante de un sujeto forzosamente desubicado. Se desplaza con su equipo por un territorio hostil fotografiando lo que él quiere mostrar. Vemos en una fotografía la mirada, la técnica y los criterios estéticos de quien la hace.
Durante un fin de semana de noviembre, salgo de mi entorno rural para ir a otro y buscar personas a las que retratar. Me traslado a Rocafort de Queralt (un pueblo de casi 300 habitantes de la provincia de Tarragona) con una carpa que me sirve de soporte para mi fondo blanco, dentro de la cual también coloco dos focos, uno a cada lado de la persona que se verá retratada en formato vertical. La luz suave y fija me permite enfocar manualmente una cámara de 6x4,5cm sostenida sobre un trípode y cargada con los carretes en blanco y negro justos para hacer una o dos fotografías por persona. Con todo esto más o menos bajo control, busco que la conexión y la relación espontánea fruto del encuentro con la persona retratada sea la que se vea plasmada en el momento de hacer la fotografía. Pero la cámara también toma partido, el carrete no se engancha bien y pierdo algunas fotografías, el enfoque tampoco es el deseado en algunas otras, en alguna se aprecia una vibración fruto de un pequeño movimiento... Lo imprevisto, soy consciente de ello, es también un factor que acompaña procesos. Las preguntas y las dudas también participan en ese complejo cuadro cuando analizamos el porqué de cada decisión, cuando me pregunto ¿quién hay detrás de cada persona fotografiada?, ¿reconocerán mis intenciones?, ¿qué verán ellos en mí?, ¿marcará eso una diferencia en el resultado de las fotografías, en cómo serán mostradas o utilizadas?
Mi carpa es pequeña en comparación con la que tengo enfrente. Aquí es dónde se ha instalado Nilak durante dos semanas y yo me he subido a su carro ofreciendo una actividad más. Su carpa es utilizada como teatro itinerante por diferentes pueblos de Catalunya con la intención de acercar las artes escénicas contemporáneas al territorio a la vez que pone en valor espacios ya existentes. Nilak me ofrece la posibilidad de acceder a un público culturalmente activo y que representa una población alejada de los grandes centros culturales. Estos, anhelosos de arte y cultura, hacen que el proyecto de Nilak tenga sentido. Nilak es circo, danza, cine, artes visuales, performance, literatura y pedagogía. Y también es movimiento, vínculos, emociones, aprendizajes y muchas más cosas. La carpa se convierte en un símbolo, una arquitectura efímera que permite a las personas participar de lo que pasa dentro y que repercute en lo que pasa fuera, en el pueblo, y se queda.
Nilak pone el acento en el territorio descentralizado, un territorio que hoy reclama también su lugar de acción y creación artística; su espacio fuera de las grandes ciudades, donde ya sabemos que pasan cosas y a donde, desde los pueblos, siempre nos hemos desplazado. “No hay la misma distancia de Tarragona a Rocafort que de Rocafort a Tarragona” me dice Silvia después de hacerle un retrato, cuando le pregunto cuál es su relación con el arte. Ella vive en Solivella, un pueblo cerca de Rocafort, y trabaja en la escuela de arte de Tarragona. Es una de las impulsoras que ha hecho posible que Nilak haya llegado a Rocafort. Aina me dice que es de un pueblo de Lleida, pero que para estudiar danza ha tenido que ir a vivir a la ciudad de Girona y hoy actúa en Rocafort. “Te vuelves más selectiva” me dice Mireia, también de Rocafort, cuando le pregunto si se desplaza para consumir cultura. Albert se codeó con la flor y nata del mundo fotográfico barcelonés que se acercaba a su librería, donde también había una galería. El arte sigue estando muy presente en su vida desde Rocafort.
La creación artística se tiene que poner en valor desde dónde sea y eso es lo que hacen Nilak y todo el equipo de personas coordinadoras, artistas, técnicas y voluntarias que hay detrás. Y eso también lo tenían claro Lorca y Ugarte cuando crearon el teatro ambulante La Barraca durante la Segunda República, con el cual, hasta el inicio de la Guerra Civil, recorrieron una gran cantidad de pueblos españoles con la intención de acercar la cultura a la periferia.
Salvando la distancia temporal, geográfica y circunstancial entre los distintos referentes mencionados, este artículo pretende, de alguna manera, prestar atención a estos lugares generalmente menos visibles a través de una plataforma como la Fundación Amigos del Reina Sofía, que me permite catapultar las ideas expuestas, desde el centro, donde se ubica esta institución, hacia espacios más descentralizados.»