Arte para entender tiempos de crisis por María Nagore Ferrer: metáforas con magia y naturaleza, música y movimiento
En un momento de crisis generalizada como el que estamos viviendo, el arte emerge como algo esencial en nuestra sociedad, quizá por lo que tiene de liberador, porque permite expresar más profundamente que cualquier discurso tantos sentimientos encontrados, y en ocasiones desahogar la rabia o la frustración o encontrar el consuelo necesario. Eugenio Trías expresaba esto inmejorablemente, refiriéndose a la música, en El canto de las sirenas: “La música da forma y expresión simbólica a un ser que es límite y frontera. Posee una esencia ambivalente. Es música que emerge de los infiernos: del grito —salvaje y fiero— de dolor, de consternación, de angustia, de miedo, de terror; también de alegría, de júbilo, de goce. Y es música que desciende del aura astral, como armonía de las esferas”.
Recuerdo a un alumno que hace años asistía a mis clases de historia de la música, a las 8.30 de la mañana, en la licenciatura de Historia del Arte de la Complutense. Era enfermero, trabajaba en la unidad pediátrica de quemados de un gran hospital, y venía directamente desde el trabajo cuando tenía turno de noche. Un día le pregunté cómo era capaz de venir a clase después de ese trabajo y me contestó que se había matriculado en Historia del Arte porque era el equilibrio que necesitaba para sobrellevar la dura realidad que debía afrontar cada día. Hoy aplaudimos el trabajo de esos profesionales que se dejan la piel y a veces la vida. Merecen todo nuestro reconocimiento y debemos exigir que se les dote de los medios necesarios para llevarlo a cabo de una manera segura. Pero podemos también ayudarles contribuyendo a construir una sociedad mejor y más solidaria, cada uno desde nuestro ámbito. Y el ámbito de la cultura, del arte, de la música, es indispensable para ello. Leo con envidia las medidas tomadas por el gobierno alemán para apoyar en estos momentos al sector cultural, incluyéndolo tácitamente entre los bienes de primera necesidad.
Estos días afloran a través de las redes innumerables iniciativas de artistas e instituciones que comparten desinteresadamente sus obras y actuaciones. Pero esta situación terminará y habrá que adaptarse a un medio que será diferente al que hemos conocido hasta ahora. Las instituciones culturales, agrupaciones, colectivos y artistas deberán adaptarse, poniendo dosis de imaginación y creatividad. Es importante que reconozcamos y apoyemos su trabajo, solo así conseguiremos construir una sociedad mejor y más libre.
Una obra del Museo Reina Sofía que representa muy bien el momento que estamos viviendo es Alegoría del invierno (1948), de Remedios Varo. Se trata de una obra que refleja una constante en la producción de la artista: la evocación de un mundo mágico en el que la naturaleza y el paso del tiempo sirven de hilos conductores para intentar explicar el orden, ritmo y armonía presentes en el cosmos.
Alegoría del invierno, Remedios Varo, 1948.
En un entorno hostil, representado por un bosque desolado de árboles desnudos tapizados de ramas punzantes, la vida, confinada y medio oculta en envoltorios de gasa luminosos, espera el momento en el que conquistará y transformará ese espacio. Es una bonita metáfora de nuestra realidad actual.
Traigo aquí otra obra sugerente. Se trata de un fragmento de la pieza de danza Smoke, del bailarín y coreógrafo sueco Mats Ek, con música del compositor estonio Arvo Pärt, que acaba de ser reconocido con el premio BBVA Fronteras del Conocimiento “por cultivar un lenguaje original que le ha llevado a crear un mundo sonoro único”. La extraordinaria bailarina Sylvie Guillem evoluciona en un espacio cerrado y oscuro, en el que se materializan únicamente un espejismo de ventana y una mesa, expresando todo un mundo de sensaciones y realidades únicamente con su propio cuerpo. La apacible y envolvente música de Pärt, Spiegel im Spiegel (Espejo en el espejo), está constituida por una desnuda melodía inicial de dos notas que va añadiendo otra más en cada una de las frases siguientes, creando así un continuo aparentemente interminable, en espejo y que vuelve continuamente al tono inicial, algo que simboliza, según el propio compositor, la vuelta a casa después de estar lejos. Este entramado de música y movimiento que constituye la danza y se materializa en el tiempo puede simbolizar también nuestro propio tiempo actual, un breve momento de introspección y reflexión pleno de oportunidades.