Arte para entender tiempos de crisis, por Julia Ramírez-Blanco: recorrido por los estados de ánimo del confinamiento a través de nueve obras de la colección del Museo Reina Sofía
Las trompetas del juicio, del artista italiano Michelangelo Pistoletto, se concibieron en 1968. En aquel año de estallidos sociales y esperanza, el futuro prometía gestar un mundo más libre y justo. Hoy, sin embargo, los ánimos colectivos son muy distintos y estas trompetas se conectan más bien con el miedo profundo que late en nuestra experiencia de la pandemia. La vivencia de la desesperación, la enfermedad y la muerte nos hacen sentir como si fuesen a sonar las señales de un Apocalipsis. Estas trompetas de gran tamaño, dispuestas en el suelo, podrían emitir su advertencia en cualquier momento.
Le trombe del Giudizio (Las trompetas del Juicio), Michelangelo Pistoletto, 1968.
Pero bajo del miedo siguen allí nuestros deseos. La fotografía Man and Woman Embracing, Paris (Hombre y mujer abrazados, París), de Ed van der Elsken (1952), representa el contacto humano que añoramos. Esos abrazos que nos han sido repentinamente escamoteados. Una pareja aquí duerme vestida en un bar, aprovechando la tranquilidad de un mundo transitable, de cafés y calles concurridas. La imagen forma parte de la serie Love in the Left Bank (Amor en la orilla izquierda), que narra la historia ficticia de Ann, una mujer que habita el París bohemio. En estas instantáneas el fotógrafo retrata las subculturas juveniles y sus intentos de vivir de otra manera.
Man and Woman Embracing, Paris (Hombre y mujer abrazados, París), Ed Van der Elsken, 1952.
Sucede algo parecido, años después, con la obra de la norteamericana Nan Goldin, cuyas fotografías, sin embargo, no buscan construir una ficción, sino una autobiografía visual de ella misma y sus amigos. Su retrato del Picnic on the Esplanade, Boston (Picnic en el muelle, Boston, 1973), resplandeciente de carcajadas, condensa hoy nuestros sueños de salir a entornos de hierba y agua.
Picnic on the Esplanade, Boston (Picnic en el muelle, Boston), Nan Goldin, 1973.
Pero no estamos fuera. Estamos en casa, y el tiempo que allí pasamos sugiere una relación casi obsesiva con el espacio, como sucede en la performance Explorando el suelo (2003) de la artista zaragozana Lara Almarcegui. En ella, el suelo de la galería se sustrae de manera minuciosa para volver a colocarlo después, en una acción que altera el lugar para después tornarse invisible.
Explorando el suelo, Sala Moncada, Barcelona, Lara Almarcegui, 2003.
La exasperación de la domesticidad forzada también puede encontrar su reflejo en obras clásicas del arte feminista, como la Semiotics of the Kitchen (Semióticas de la cocina, 1975), de Martha Rosler. En ella, burlándose de los códigos de la semiótica que estaban tan en boga durante los años setenta, la artista blande distintos instrumentos de cocina, en una demostración cada vez más agresiva de cómo usarlos, encarnando la rabia del confinamiento de la mujer en el hogar. En este fotograma, significativamente la vemos con un cuchillo, con actitud que es casi una amenaza.
Eulalia Valldosera, sin embargo, nos brinda una oportunidad más pacificadora. Con sus proyecciones sobre objetos domésticos, genera instalaciones oníricas en las que lo cotidiano muestra sus posibilidades poéticas. En Les demoiselles de Valence (Las señoritas de Valencia, 1999), espejos y enseres de maquillaje y tocador se reflejan y sirven de pantalla de proyección de sí mismos, creando imágenes hipnóticas que nos transportan a otra dimensión, entre lo mundano y lo extraordinario.
Les demoiselles de Valence (Las señoritas de Valencia), Eulàlia Valldosera, 1999.
Al desasosiego del encierro se unen las heridas de las pérdidas humanas, el miedo a la enfermedad, las consecuencias económicas. La sociedad tiene hoy una herida abierta. La pieza del artista indio Anish Kapoor, Wound (Herida, 2003-2005), muestra una grieta que atraviesa cincuenta hojas de papel. Su materialidad puede hablar de las páginas de dolor del momento histórico que estamos pasando y que tendremos que cicatrizar con el tiempo.
Wound (Herida), Anish Kapoor, 2003-2005.
Por otra parte, las posibles soluciones están implícitas en la obra de Olafur Eliasson We Only Meet When We Move (Solo nos encontramos cuando nos movemos, 2004). La pieza consiste en una lámpara giratoria con filtros de colores que se proyectan en las paredes de la sala, llenándola de colores cambiantes. Sin embargo, más allá de la belleza cromática de este trabajo casi fenomenológico, el título de la obra convoca nuestro anhelo de poder, pronto, movernos, volver a encontrarnos y empezar a sanar juntos.
We Only Meet When We Move (Solo nos encontramos cuando nos movemos), Olafur Eliasson, 2004.