Arte para entender tiempos de crisis, por Estrella de Diego: repensar el mundo con humildad y empatía
En un momento como el presente, el papel del arte contemporáneo podrá ser muy importante solo si dejamos a un lado nuestras aproximaciones a menudo dogmáticas —la enraizada mala costumbre de hablar entre nosotros y para nosotros— y tratamos de abrir esa visualidad en toda su riqueza de matices hacia un lugar que para mí se relaciona con el consuelo, tan necesario en tiempos tristes como el que vivimos. Es preciso usar la empatía en grandes dosis y ser consciente de que, parafraseando la reflexión de la activista y feminista Lucy Lippard hace ya muchos años, la vanguardia no puede extrañarse cada vez más de su/s público/s. Es una reflexión de los años 70 del XX pero, por desgracia, sigue vigente ahora. Debemos reflexionar sobre el mundo por venir que, presiento, no va a ser como este, aunque aún sea pronto para saber cómo será. En todo caso, igual ha llegado el final de las teorías grandilocuentes, hay que bajar a ras de suelo y repensar las estrategias vigentes en la globalización o su contrario: lo vernáculo convertido en mercancía, como ha ocurrido estos últimos tiempos.
En estos cambios irremediables de la vida como la hemos conocido hasta ahora, me parece que una obra del museo que puede representar el momento que vivimos es Un mundo, de Ángeles Santos. No sé si se puede llamar arte contemporáneo estrictamente hablando —es de 1929—, pero es tan precisa para visibilizar esta extraña ensoñación que vivimos que me arriesgo a elegirla.
Un mundo, Ángeles Santos, 1929.
Para mí, Santos y el cuadro de Un mundo son tan complejos de definir como lo que estamos viviendo —el abismo entre una tertulia de amigas y un mundo obsesivo que, pareciendo extraño, es tal vez el único lugar habitable.
Trato de encontrar un artista más actual en las colecciones del Reina que me hable de una forma así de elocuente de lo que somos ahora y no lo encuentro. Buena parte de los artistas visuales de los últimos años no han vaticinado mucho de lo que iba a pasar. Nadie lo podíamos sospechar: sólo la ciencia ficción distópica.
Por eso la otra obra que recomiendo para hablar de ese mundo quebrándose, gobernado por lo inesperado, es The Last of England. En esta película se describe un mundo donde reina la represión y el dogma que vienen del stablishment y creo que merece la pena reflexionar sobre algunos de estos asuntos, porque cuando la epidemia se controle —lo urgente ahora es salvar las vidas y ahorrar el mayor sufrimiento posible— quedará mucho camino por recorrer y me gustaría que fuera un camino diferente del que describe Derek Jarman en esta obra de 1987. En buena medida dependerá de nosotros, como es obvio. Creo que cuando decimos que todo va a ir bien, debemos ser conscientes de que, al volver, vamos a encontrar un mundo desconocido y en pedazos, como el de Santos, que vamos a tener que repensar con humildad y empatía, desde el arte contemporáneo también, pero igual yo misma me estoy poniendo otra vez demasiado “teórica” y poco empática. Tenemos que dejar de hablar “entre nosotros” si queremos ser para todos y entender la capacidad de consuelo que tiene el arte.
Estrella de Diego
Abril, 2020.