El catedrático de Filosofía plantea un texto y una obra de arte para reflexionar sobre la situación actual.
Una cadena invisible atraviesa la historia de las civilizaciones a través de sus crisis. Son momentos, relacionados hasta ahora con catástrofes naturales, desastres o guerras, que han dado pie a cambios profundos en el pensamiento. La situación que estamos viviendo actualmente también nos hace revisar nuestros referentes y buscar conexiones con el pasado en un intento de digerir la realidad y su contexto. En este sentido, el arte, como la filosofía, tiene mucho que decir.
Por eso hemos pedido a nuestro colaborador —director de nuestros
Ciclos de conferencias— y catedrático de Filosofía, José Luis Pardo, un texto y una obra del
Museo Reina Sofía que nos ayuden en la reflexión tan necesaria ahora mismo. Pardo, en su respuesta, traza una línea que va desde la plaga de Atenas del año 430 a.C., durante la Guerra del Peloponeso, hasta el actual confinamiento por la crisis del coronavirus, pasando por el mito de la caverna de Platón y la Transición española. Lo hace citando su libro,
La regla del juego. Sobre la dificultad de aprender filosofía (Galaxia Gutenberg, 2005), Premio Nacional de Ensayo 2005, y una obra de
José Luis Verdes de 1975.
Sócrates había sobrevivido a una catástrofe de dimensiones monstruosas que, seguramente por haber sucedido donde y cuando sucedió, cobró en seguida para toda la Antigüedad el carácter de un auténtico paradigma de los males que pueden acabar con las civilizaciones más brillantes, transformar en ceniza los monumentos más egregios y hacer pasar a los hombres más nobles a la más vergonzosa miseria moral cuando el terror arrastra sus vidas como una corriente de destrucción. Se cuenta, en efecto, que en una época en la cual Sócrates no debía haber alcanzado la cuarentena (en torno al año 430 antes de nuestra era), se declaró en Atenas una epidemia de peste de una violencia desconocida hasta aquellos días. Abrumados por la desgracia, los atenienses mandaron mensajeros a los oráculos para preguntar cómo podrían detener la ruina que se les venía encima, y los oráculos respondieron que tenían que duplicar el tamaño del altar del templo de Apolo si querían hacer cesar su desgracia. Como todos los oráculos, éste también decía algo delirante, imposible de entender para hombres sensatos y necesitado de intérpretes. La obra en cuestión entrañaba una dificultad geométrica con tan pocos precedentes para los atenienses como la violencia de la enfermedad que asolaba su ciudad, porque el altar de Apolo era cúbico. Sin duda, y por motivos que todos estamos en condiciones de comprender, no se tomaron el tiempo suficiente para resolver el problema geométrico de la duplicación del cubo y construyeron un nuevo altar que, en lugar de ser dos veces más grande que el anterior, lo era ocho veces. Los resultados de este error, que enfureció a Apolo y multiplicó la pestilencia y los horrores, de los cuales Sócrates debió de ser testigo, los narró Tucídides (II, 47-5Z) en esa descripción espantosa que los antiguos volvieron canónica, y que Tito Lucrecio Caro reconstruyó en poderosos versos latinos en la parte que los editores suelen considerar «final» de su poema De rerum natura (vv. 1.138-1.250):
A nadie podía encontrarse que en aquellos momentos no estuviera afectado de peste, o de muerte, o de luto.
A la luz de este suceso, quedan en evidencia los motivos que probablemente indujeron a uno de quienes nacieron durante aquellos días (y que debía, por tanto, conservar muy vivo el recuerdo de las consecuencias del desdichado error de cálculo), y a quien apodaban Platón, a fundar una escuela y a poner a las puertas de su Academia el cartel que decía: «Nadie entre aquí sin saber geometría».
La obra que nos recomienda José Luis Pardo es la instalación de José Luis Verdes que representó a España en la Bienal de Sao Paulo de 1975: El mito de la caverna. Un trabajo que llegaba en un momento clave, la Transición, aportando una profunda reflexión sobre la identidad de un pueblo que aún estaba sufriendo los últimos coletazos de la dictadura.
“Si tuviera que relacionarlo con alguna obra del museo, podría ser con la obra ‘ambiente’, de José Luis Verdes, El mito de la caverna. Verdes, que tenía su estudio en la plaza de Platón, en Madrid, representa unas sombras tras los barrotes de una cárcel. Recordemos que los cavernícolas de la historia que cuenta Sócrates en la República de Platón también vivían encerrados y condenados a ver solamente las sombras de un mundo exterior al que carecían de acceso, como ahora nos sucede a nosotros”.